La monjita blanca, también conocida como viudita blanca, es un ave pequeña, de color blanco brillante, que vuela en soledad, y nunca se la suele ver en pareja, Es nativa de América del Sur. Se la encuentra en el nordeste y centro de Argentina, en Paraguay, Bolivia y Uruguay. Tiene ojos negros, patas negras y un pico puntiagudo corto a mediano. Tiene bordes muy negros en la parte exterior de las alas y una cola corta.
Suelen decir que la viudita blanca anda siempre sola y cerca de las cabras, buscando al pastor.
Según la región Argentina en la que se encuentra, recibe distintos nombres, ya que, si bien su hábitat natural es el norte, también la encontramos en las regiones Cuyana y Central del país como: Viudita, Nievecita de los Andes o Boyerito Blanco y virgencita.
Cuenta la leyenda que esta ave es la representación de un alma que vaga solitaria. Su canto es muy triste; Por eso la gente de la región suele advertir y aconsejar a los niños de no arrojarles piedras a las animitas, ni con las manos, ni con hondas, ni mucho menos matarlas, porque es de mala suerte y es considerado una gran es falta de respeto, porque dicen que es el pájaro de la pureza de Dios y posee una mística espiritual.
Suelen decir que la viudita blanca anda siempre sola y cerca de las cabras, buscando al pastor.
Según la región Argentina en la que se encuentra, recibe distintos nombres, ya que, si bien su hábitat natural es el norte, también la encontramos en las regiones Cuyana y Central del país como: Viudita, Nievecita de los Andes o Boyerito Blanco y virgencita.
Cuenta la leyenda que esta ave es la representación de un alma que vaga solitaria. Su canto es muy triste; Por eso la gente de la región suele advertir y aconsejar a los niños de no arrojarles piedras a las animitas, ni con las manos, ni con hondas, ni mucho menos matarlas, porque es de mala suerte y es considerado una gran es falta de respeto, porque dicen que es el pájaro de la pureza de Dios y posee una mística espiritual.
Testimonio en primera persona:
Tenía como 8 años, fue en el año 1964. Cuando andaba hondeando por la línea que va por la cajuela de San José. (Traslasierra) La línea de corriente que va para los Cerrillos.
Recuerdo que mi casa era un rancho que tenía horcones, todo rodeado de jarrillas, y la puerta, o sea la abertura, estaba entre el norte y el naciente.
Ese día le tiré piedras con la honda a un animita, que estaba asentada en unos cables de la línea. Aunque me habían dicho que era malo hacerles daño, yo, le tiré piedras, y con cada tiro le decía un discurso,
- "Vos me has comido una bolsa con papa por eso te hondeo".
Era un juego de niño. Aunque yo en en el fondo sabía que era algo malo lo que estaba haciendo; lo hice de manera de juego. Esa fue la primera y la última vez que le arrojé piedras a un animita, aunque no llegué a matar el ave.
Esa noche, era una noche de luna llena y era como si estuviera de día. Y me habré despertado, como a las 3 de la madrugada; Y miré hacia la puerta y había como una persona parada, de la estatura de un muñeco, todo vestido de blanco, y brillaba. Pero no se le veía bien el rostro, el rostro estaba como detrás de un vidrio. La figura era muy blanca, un blanco fuerte y resplandeciente. Y yo, pensé. "Será consecuencia de que lo estuve apedreando a la animita." Porque me habían dicho, que era muy malo tirarle piedras. En ese momento de la aparición de la figura no sentía miedo, pero tenía un sentimiento de culpa. Agarré, me di vuelta y me tapé hasta la cabeza; habrán pasado como varios minutos, o media hora, y cuando miré de nuevo, lo tenía al fantasma, pegado a la orilla de la cama. Luego volví a taparme con las colchas y esta vez esperé más tiempo; horas, tal vez, me destapé, miré y ya no estaba la figura resplandeciente.
Esa noche, era una noche de luna llena y era como si estuviera de día. Y me habré despertado, como a las 3 de la madrugada; Y miré hacia la puerta y había como una persona parada, de la estatura de un muñeco, todo vestido de blanco, y brillaba. Pero no se le veía bien el rostro, el rostro estaba como detrás de un vidrio. La figura era muy blanca, un blanco fuerte y resplandeciente. Y yo, pensé. "Será consecuencia de que lo estuve apedreando a la animita." Porque me habían dicho, que era muy malo tirarle piedras. En ese momento de la aparición de la figura no sentía miedo, pero tenía un sentimiento de culpa. Agarré, me di vuelta y me tapé hasta la cabeza; habrán pasado como varios minutos, o media hora, y cuando miré de nuevo, lo tenía al fantasma, pegado a la orilla de la cama. Luego volví a taparme con las colchas y esta vez esperé más tiempo; horas, tal vez, me destapé, miré y ya no estaba la figura resplandeciente.
Leyenda por Sergio Cortéz, Traslasierra, Córdoba, Argentina.
Leyendas cortas de aves de Traslasierra.
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