lunes, 6 de octubre de 2025

Así sentí la muerte (y no era el final)



Así sentí la muerte (y no era el final)

🕯️ ♡♡ Relato onírico y místico 

Soñé o viví la muerte como si fuera un regreso, no una pérdida.
No había miedo, ni oscuridad, ni juicio: solo un movimiento constante, una puerta giratoria de cristal, un puente, una escalera y un hogar que parecía esperarme desde antes de nacer.
En ese viaje descubrí que no tenemos alma ni cuerpo, sino algo más profundo: la elección de quiénes somos y con quiénes elegimos ser por toda la eternidad.

👉 Leé el relato completo:


El hogar de otra eternidad

Tuve un sueño o un viaje astral semejante a la muerte y a la inmortalidad.
La realidad y la imaginación se mezclaban, pero eran tan paralelas que jamás se tocaban. Todo era como una puerta giratoria de cristal: muchas opciones, muchos caminos, pero todos llevaban al mismo destino.

En la cima de todo había un puente, y desde allí nacía una escalera delgada, como un caracol.
Yo preguntaba dónde debía subir, porque la cima parecía ser el fin de todo lo imaginado.
Una escalera subía y la otra bajaba, pero eran la misma.
Subí.
Y al subir me di cuenta de que estaba bajando.
Aun así llegué a una cima más alta que la otra cima. Desde el puente pude ver una casa con un patio pequeño, y supe —sin entender cómo— que ese era mi hogar de otra eternidad.

El puente llegaba a una cama.
En esa cima alguien —o algo— me dijo que aún no era tiempo de volver al hogar.
Entonces comprendí que estaba frente a la muerte.
La muerte me habló: dijo que no tenemos almas, que el cuerpo es lo desechable, que lo que somos pertenece a algo más profundo, proveniente de un único hogar.
Y que la vida es solo una prueba: una selección de gustos, pasiones y amores que debemos llevar al verdadero hogar.

Parecía otro planeta.
De la cima pendían carámbanos de cristal espejo, sin reflejo. Dentro de ellos, como si fueran nidos, dormían mariposas y abejas de alas de vidrio que no dañaban a nadie.
De pronto, un enjambre me rodeó. Me atacaron sin dolor, y entonces volví a la Tierra.
Escuché una voz que decía: “Es un bucle. La oportunidad es infinita. La búsqueda es llegar al verdadero hogar.”
Y comprendí que ese hogar es el perfecto, el elegido.
Las superalmas buenas se unirán entre ellas, igual que las malas entre sí.
Así, los enamorados que se eligen para toda la eternidad, la madre que continúa siendo madre sin esfuerzo, los grupos de almas unidas por la pasión de escribir, cantar o soñar… todos giran dentro de la misma puerta giratoria, moviéndose entre realidades infinitas.

Más tarde me encontré con otras almas, o superalmas.
Intentaba abrir una puerta sin llave que ya estaba abierta.
Una de ellas me dijo: “Yo traigo una daga”, e intentó herirme. Pero el dolor no existía.
Entonces supe que era un alma que siempre me había dañado sin que yo lo notara.
Aun así, no le guardé rencor.
Ella eligió la eternidad del sufrimiento y de la maldad, y yo la dejé ir por esa misma puerta.

Volví a ascender.
Vi todas las vidas posibles que había tenido: varias vidas en una sola.
Comprendí que estaba compuesto por muchas almas, pero solo una buscaba regresar al hogar infinito.
Allí había olor a hierba, a fuego y a hogar.
Yo elegía las almas y las pasiones que me acompañarían.
No tenía cuerpo ni ojos, pero veía sin ver.
No tenía pies, pero podía moverme.
Y descubrí que podía regular la velocidad: desplazarme fugazmente o en cámara lenta, pero siempre en movimiento.
Flotaba, viajaba a distancias enormes, cruzaba planetas y dimensiones, y en cada una encontraba algo de mí.
No había dolor, ni peso, ni ropa, ni incomodidad alguna.
Solo liviandad.

Y con esa liviandad dije:
Aquí quiero quedarme, aunque sea bajando por el espacio. Aunque no llegue al hogar prometido, no siento culpa. Nadie me lo exige.

Porque entendí, al final, que el hogar eterno no está en un lugar:
está en la elección de seguir buscando
.


Sergio Alejandro Cortéz - Poeta
Córdoba Argentina.

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