ZARZABLANCA
Lejos del desierto
plantamos zarzas blancas
en el vacío del llano.
Una semilla cerró mi piel,
borrando la herida transparente.
No había que apurarse para sanar
ni para dejar de sentir.
Todo tardó una eternidad.
Cerré mi mano
para guardar el puñado vacío
contra mi pecho,
pero, sin querer,
retuve la herida
y el río se fue sin ella.
Se quedó conmigo.
Qué triste es retener el dolor
una y otra vez,
sin darnos cuenta,
y quedarse sin los frutos.
SERGIO ALEJANDRO CORTÉZ
VILLA DOLORES, Córdoba, Argentina.
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